Ayer se conmemoró el Día Mundial del Cáncer de Mama

El envejecimiento poblacional y el aumento de la expectativa de vida son dos de los factores que explican este incremento. En ese contexto, las comorbilidades influyen en la elección de los tratamientos, por lo que la intervención del oncogeriatra resulta clave para definir estrategias adecuadas.

El cáncer de mama es el tumor más frecuente tanto en el país como en el mundo. Los controles ginecológicos regulares y la prevención siguen siendo las herramientas fundamentales para su detección temprana, lo que permite iniciar tratamientos con altísimas probabilidades de cura.

Estos cuidados deben mantenerse en todas las etapas de la vida, pero adquieren especial relevancia después de los 70 años, cuando se detecta uno de cada tres nuevos casos de esta patología oncológica.

De acuerdo con datos del Ministerio de Salud de la Nación y el Instituto Nacional del Cáncer (INC), el cáncer de mama representa en Argentina el 16,2% de los casos nuevos. La mayoría se diagnostica en estadios iniciales, es decir, con tumores pequeños y sin afectación de ganglios axilares. La incidencia aumenta a partir de los 50 años, alcanzando su punto máximo entre los 70 y 74 años (292,3 casos cada 100.000 mujeres) y luego disminuye hasta los 85, cuando el riesgo se asemeja al de mujeres de 45.

Pese a la magnitud del problema, las estadísticas muestran un dato alentador: la tasa de mortalidad por cáncer de mama descendió un 1% anual entre 2002 y 2022. Sin embargo, los números absolutos siguen siendo elevados, con 5.750 muertes anuales y una tasa de 15,8 cada 100.000 mujeres.

El riesgo de morir por cáncer de mama aumenta con la edad, alcanzando su valor máximo en mujeres mayores de 80 años.